Parece que la catástrofe anímica, de salud y personal que está siendo este maldito invierno no va a acabar nunca. Yo intento plantarle cara, llenando los días de actividades en apariencia alegres y divertidas que no siempre salen bien. Sin ir más lejos, sirvan de ejemplo las dos entradas para un monólogo de Ernesto Sevilla que tiré a la basura el otro día porque reír es algo contra lo que mis músculos faciales y mi cerebro se rebelan y contraatacan con dolor. Aunque no todo sale fatal: hace un par de sábados dediqué una tarde entera a uno de los cursos de amigurumi cero patatero en una de las tiendas más chulis de Madrid: Black Oveja.

Black Oveja es el proyecto de Merche Grosso, una arquitecta de ésas que dejan su trabajo de oficina por algo mucho más valiente y divertido, ganándose mi sincera admiración. Estaba en mi punto de mira desde antes de venirme a vivir a Madrid, de hecho se inauguró poco después de que yo llegara. El local que tienen en la calle Sagasta hace las veces de taller y tienda y no podría ser más bonito. Tienen lanas, telas japonesas preciosas, muchos accesorios para tejer y cositas de crafting variadas. Pero el punto fuerte de Black Oveja creo que son los cursos: punto, ganchillo, patchwork, costura, amigurumi.… A uno de esos me apunté con una compi de trabajo y tuvimos que reservar con bastante antelación porque las plazas se agotan súper deprisa.

Yo nunca había hecho nada de ganchillo y quería probar sobre todo para hacer muñequitos y tal. Sin embargo, tras 5 horas con la aguja, contando puntos y lidiando con la lana a ritmo de jazz, me considero capaz de afirmar que el ganchillo y en general tejer no son pasatiempos aptos para mí. Sí, una vez que terminas la bufanda o los lemmings que dejan a todo el mundo con la boca abierta está guay. Pero el proceso intermedio no es algo por lo que yo pueda pasar, así que le regalé los ovillos a mi amiga y le deseé suerte con sus futuras cestas y muñequitos.

Por supuesto, me alegro bastante de haber ido, siempre mola probar cosas nuevas aunque luego no sean lo tuyo. Como extra, el sitio era estupendo para probar la Sony RX100, y por supuesto, como prueba personal, estar 5 horas seguidas con gente sin necesitar luego una alta dosis de soledad para desintoxicarme nunca viene mal.