Que Japón es un país lleno de contrastes y que en Tokyo se pueden experimentar al máximo imagino que no se le escapa a nadie. Eso permite intercalar actividades muy diferentes incluso en pocos días de viaje
Budas y templos en Kamakura
El lunes era nuestro último día de Japan Rail Pass, así que decidimos dedicar la mañana a ir de excursión a Kamakura. Era un poco rollo porque hacía bastante frío y lloviznaba todo el rato. Aun así, la molestia mereció muchísimo la pena porque allí pudimos ver dos de las mejores cosas del viaje:
- El gran buda de Kamakura, una estatua gigante del buda Amida en el templo Kotoku-in. Es más pequeño que el buda de Nara, pero al estar al descubierto y poder acercarte mucho más (puedes incluso entrar dentro de él), creo que la impresión es mayor.
- El precioso templo de Hase-dera, construido en una ladera en varios niveles. Había una cueva a la que podías entrar agachado y recorrer pasillos y distintas estancias, con estatuas de la diosa Benzaiten, alumbradas con velas y montones de pequeñas estatuillas que la gente deja con mensajes.


Al salir del templo, como la lluvia era más fuerte y hacía mucho frío, decidimos volver a Tokyo y ponernos a cubierto cediendo ante el consumismo: ¡Ginza!
De tiendas en Ginza
Nuestra primera parada para refugiarnos de la lluvia, justo al lado de la estación del JR, era la enorme tienda de Muji, una especie de mini-IKEA versión japonesa. Con un supermercado, un café-restaurante y hasta una casa de dos plantas a la que puedes entrar decorada completamente con cosas de Muji, es el paraíso para los fans de la marca sin nombre. Una pena que las cosas no valgan más baratas.

Camino del cruce de Ginza pasamos por el Sony Building, un poco decepcionante, para continuar hasta la flagship de Uniqlo. Echamos un montón de menos esta tienda desde que nos mudamos de Londres y aquí, con los precios más bajos y un montón de plantas, Jorge aprovechó para hacer una de sus súper compras de ropa bi-anuales. De allí, con algunas paradas intermedias más, llegamos a la última tienda de nuestra lista, Itoya, el paraíso para los fanáticos de las cositas de papelería y el material de oficina elevado al máximo gracias a la obsesión japonesa por estos temas. En mis papelerías favoritas de Londres no había una sección tan guay de washi o de útiles de caligrafía japonesa.

El día siguiente también tuvo su espacio de consumismo, en algunas tiendas de Shibuya. En particular, en la octava planta de los grandes almacenes Seibu tenían una sección de mercería genial, con toda clase de kits DIY extremadamente kawaii y una tienda pop-up many many Miffy muy graciosa.
Sushi para desayunar en Tsukiji
Una de las cosas que más tenía ganas de hacer cuando planeamos el viaje a Japón era visitar el mercado de Tsukiji, la lonja de pescado más grande del mundo. Para ver la subasta del atún que tiene lugar a diario hay que llegar sobre las 4:00 de la mañana y la verdad es que nuestro interés no llegaba a tanto, así que nos levantamos a eso de las 6:30 y llegamos un poquito más tarde pero con bastante frío.


Una vez en Tsukiji tienes que tener muchísimo cuidado y estar alerta todo el tiempo, ya que el mercado es un ajetreo brutal de carros motorizados, motos y pescaderos con armas muy afiladas intentando hacer su trabajo a pesar de todos los turistas mirones. En la parte exterior hay puestos de verduras, útiles de cocina, cuchillos y diversos ingredientes en cantidades grandes y a precios más bajos que en las tiendas, abiertos desde muy temprano. La parte interior, con los puestos de pescado, abre al público a partir de las 9:00. Una vez te cansas de dar vueltas por los puestos y de admirar lomos de atún gigantes, gambas rarísimas y pescaderos con cuchillos enormes cortando pescado, es obligatorio ir a uno de los mini-restaurantes de sushi que están al lado para desayunar sushi súper fresco.


Para elegir el sitio donde comer, habíamos leído que el truco era ir a donde había más japoneses haciendo cola, y que los dos mejores (o al menos más famosos) eran Sushidai y Daiwa Sushi. La cola de Daiwa Sushi era un poco más pequeña y además estaba más resguardada del viento y del frío, así que allí nos pusimos a esperar (creo que unos 45 minutos). Cuando por fin ocupamos nuestros taburetes en la apretada barra eran como las 10:30, así que para nuestros horarios japoneses se podría considerar casi un brunch más que un desayuno. Los chefs preparan el pescado delante de ti y van colocando los trozos de sushi directamente en la tabla donde también te ponen el wasabi y el jengibre. Y sí, todos los que me habían hablado del sushi de Tsukiji tenían razón: es el mejor sushi que he comido en mi vida, además de haber podido probar algunos hasta ahora desconocidos para mí como el de ikura gukan (huevas de salmón) o el de uni (gónadas de los erizos de mar, así como suena). Jorge, que pensaba que no le gustaba el sushi, cambió radicalmente de opinión al primer bocado de la pieza de toro (corte graso del vientre del atún).
Rascacielos y Dragon Quest en Roppongi
Habiendo comido posiblemente el mejor sushi de nuestra vida, pillamos el metro dirección Roppongi para ver muchos rascacielos y la Tokyo Tower. La zona de Roppongi Hills me recordó una barbaridad a Canary Wharf en Londres. En Roppongi teníamos además un sitio marcado en el mapa: el Luida’s Bar, un bar temático de Dragon Quest donde puedes comer limos y beber pociones con la música del videojuego de fondo y Luida dando vueltas por allí. Nunca había estado en un bar temático y aunque no soy fan del Dragon Quest me pareció chulísimo, así que nos quedamos un rato. Después de reponer fuerzas por unas pocas monedas de oro y aprovechando que ya no hacía tanto frío, seguimos dando vueltas por Roppongi durante un buen rato y luego nos volvimos a Shibuya andando, unos 3km, que en distancias de Tokyo se traducirían en “más cerca imposible”, imagino.
