No sé si es el calor, el exceso de planes paradójicamente ejecutados con apatía y desidia o simplemente la dejadez y la pereza. El caso es que no he tenido ningunas ganas de escribir durante bastante tiempo, a pesar de que mola mucho la sensación de trabajo bien hecho que te queda al hacer click en “publicar”, y a pesar de que cosas para contar no han faltado en absoluto. Precisamente por eso he decidido vencer a la pereza/desidia y escribir un post de esos sobre sitios en Madrid que incluso puede que resulte útil a algún gafotas moderno.
Hace unas semanas, acompañada por las alegres celebraciones del orgullo y un calor infernal, salí decidida a encontrar unas gafas nuevas después de haberlo pospuesto demasiado. Prueba de ello son los cristales ultra rallados que corregían mi elevada miopía desde hace 4 años y que no ayudaban mucho con mis frecuentes dolores de cabeza y migrañas.

Hasta ahora mis gafas siempre habían salido del mismo sitio: la antigua joyería-relojería-óptica donde mi abuelo trabajó casi toda su vida, situada en el pueblo del sur de España donde pasé mis primeros 18 años de vida y donde está casi toda mi familia. Como espero no permanecer en dicho pueblo más de 2 horas cada año por Navidad, renovar mis gafas allí quedaba descartado. En Madrid tenía fichadas unas cuantas ópticas que siempre me habían llamado la atención por sus escaparates y por las gafas guayísimas que tienen, siempre alejadas de marcas conocidas o convencionales, así que decidí elegir mis gafas en una de ellas. Quería mirar varias porque mis gafas cuestan muy caras debido a los cristales, las uso todo el tiempo que no estoy dormida porque no tengo lentillas y básicamente mi existencia depende de ellas. Éstas son las 4 que visité.
Óptica Toscana
Está en una antigua semillería y han aprovechado todos los muebles anteriores, con un resultado genial. Ahora todos los cajoncitos de madera que forran las paredes de la tienda en vez de contener semillas y granos están repletos de gafas de marcas muy exclusivas. Un ejemplo es Anne et Valentin, que tienen una pasada de gafas fabricadas a mano en Francia. Los que antienden son encantadores y te dan tantos detalles y explicaciones de todo sobre las lentes y las monturas que poco les falta para empezar con una clase de física sobre los índices de refracción y las distancias focales. Es alucinante, creo que nunca me habían tratado tan bien en ningún comercio de España. Eso sí, la calidad y la dedicación se pagan. Ninguna montura de las que yo me probé bajaba de los 250€ pero si las vas a usar 24h durante años creo que merece sobradamente la pena.

Zelai Óptica
Tal vez ésta sea la primera óptica que conocí en Madrid porque se encuentra en la Plaza de Chueca, al lado de los mejores gelatos de Madrid. No es tan llamativa por sí misma como las otras de este post, pero si te fijas en los modelos del escaparate te das cuenta de que no es una óptica normal. El tipo que atendía fue súper amable y los precios estaban muy bien, la más barata de las que visité.
Óptica Caribou
Ésta es una de las ópticas de Madrid que más me gustan estéticamente, no hay más que echar un vistazo a su web. Las gafas que tienen son súper bonitas, hasta con una colección diseñada para ellos. Los conocía de haber pasado muchas veces por delante de la tienda, no en vano están en una de las calles estrella de Malasaña: Espíritu Santo.

Pero aunque el sitio es precioso, la experiencia fue un gran chasco porque me atendieron regular. Parecía que les molestaba que estuviera allí, como si fuese un insecto afeando su bonita tienda, y como si no tuviera ni idea de gafas aun llevándolas desde los 8 años y teniendo 7 dioptrías en el ojo izquierdo. Incluso fueron reticentes a la hora de decirme algún precio porque era elevado (como asumiendo que no iba a poder pagarlo o algo así) y tampoco me pudieron informar bien sobre las lentes. Una pena, preciosa pero pretenciosa, aunque me gustaría pensar que fue casualidad y mala suerte.
Alohe Óptica
Esta óptica está al ladito de la Plaza del Dos de Mayo, por lo que también había pasado por delante bastantes veces. De ella captan la atención la pared de fuera, con muchas gafas pintadas, y el escaparate, con una decoración chulísima que cambian muy a menudo (por ejemplo). En cuanto a monturas pues igual que las demás, trabajan con fabricantes muy poco convencionales, creo que tienen la marca Be Kind, que sólo había visto una vez en el Nómada Market y que es complicada de encontrar. También tienen una selección de modelos antiguos en perfecto estado, de esos que ya no se fabrican y que encuentran por Europa en ferias especializadas y cosas así. Y por si fuera poco, buscan acuerdos con diseñadores locales de Madrid que hacen gafas a mano para vender sus monturas. Allí me atendió primero una chica encantadora y luego su madre. Es un negocio familiar que lleva más de 25 años y que ha sabido adaptarse con creces a los nuevos tiempos en vez de quejarse de la decadencia del pequeño comercio.


Una a la que no fui porque estaba un poco alejada de mi ruta pero que también es preciosa es La Gafería, en Chamberí. Seguro que sus gafas también molan.
Ah, finalmente en Alohe fue donde se escondían mis gafas nuevas: una montura vintage Modigliani de la que sólo tenían una y que está casi en el límite de tamaño que puedo usar sin llevar cristales de culo de vaso con mis 7 dioptrías. Vuelvo a usar gafas redondas grandotas y a tener unos ángulos de visión decentes. Lo que son las modas.