No lo llegué a contar en su momento, supongo que porque estuve demasiado ocupada haciendo la digestión sin energía para nada más, pero ahora que acaba de salir la Guía Michelín 2014 con las nuevas estrellas otorgadas y todo eso tengo la excusa perfecta para hablar del restaurante que está en boca de todos, DiverXO, tras conseguir su tercera estrella hace unos días.

Resulta que este año no sabía qué regalarle a Jorge por su cumple porque siempre que hay algo que le gusta o le interesa simplemente se lo compra ipso facto. Decir “¡Qué guay esto!” y hacer el pedido en 1-Click de Amazon con envío gratis de cuenta Premium son todo uno con este chico. Por eso yo casi nunca tengo ideas, la única posibilidad es encontrar algo que le pueda gustar antes de que él mismo lo vea pero con internet eso es casi imposible. Antes me curraba unos regalos DIY bastante molones pero eso era cuando estudiaba y vivía en una ciudad sin planes como Sevilla, en Madrid tengo que pensar otras cosas. Lo mejor en estos casos es regalar algo que puedas recordar siempre y se me ocurrió celebrarlo con un menú degustación en uno de los restaurantes con estrella Michelín de la capital.


Uno de los que más me atraían era DiverXO. Me llamaba la atención el tipo de comida creativa de fusión con tendencias asiáticas, el aspecto de su joven chef David Muñoz al que a veces se puede ver cocinando en el StreetXO del Gourmet Experience en Callao y, por qué no, los cerdos con alas del restaurante. Y luego leí sobre todo el rollo de la comida radical y el “en mi restaurante no hay platos amables”, que fueron para mí una especie de provocación decisiva. Reservé con algo menos de un mes de antelación (las reservas se abren siempre un mes antes con sólo unas 30 personas por turno, así que creo que tuve suerte) para el sábado 8 de junio a mediodía.

Uno o dos días antes de la fecha te llaman para confirmar y preguntar si tienes alguna alergia o algo que no puedas comer, puesto que en DiverXO no hay carta, sólo menús cerrados. Nosotros elegimos el menú corto de 7 platos, frente al largo de 9, y la botella de vino blanco que nos recomendó el simpático sumiller. Toda la plantilla era muy amable y sencilla, nada de gente estirada ni ambiente pretencioso o enrarecido.


El menú es totalmente sorpresa y supongo que cambiará bastante. La única pista es una suerte de misiva del chef “Dabiz Muñoz” con la descripción de la experiencia DiverXO: “Montaña Rusa. Mariposas en el estómago. Cerdos que vuelan. Platos lienzo.”. Nos contaron que el concepto con el que trabajaban en ese momento era una especie de lienzos donde los cocineros que sirven van pintando los platos poco a poco. Algunos los terminan delante de ti. De hecho la vajilla en sí se componía de unas paletas y tablillas planas y blancas con una parte grande y una pequeña, que iban alternando según “pintaban” encima. Bien, todo muy bonito y artístico y tal y cual, pero lo que importa al fin y al cabo es lo que comes. Y para eso ya no tengo palabras. Algunos sabores fueron los más increíbles que he probado nunca y casi cada bocado y plato nuevo que traían era un espectáculo. Estuvimos comiendo durante 3 horas y flipando la mayor parte del tiempo. Eso sí, aunque algunas de las cosas que probamos eran absolutamente deliciosas no podríamos comer cosas así a menudo. Una vez al año como máximo.

Aunque la cantidad de comida en sí no es exagerada, no fuimos capaces de comer nada más hasta el día siguiente. No sé si fue por la botella de vino que nos acabamos entera, por estar tanto tiempo comiendo o porque tantos sabores y tantas cosas fuera de lo común saturan tu aparato digestivo por completo. Ni siquiera ayudó volver caminando al centro desde Tetuán, donde se encuentra el restaurante. En cualquier caso, mereció la pena con creces y nos alegramos de haber optado por el menú corto.


Hice fotos de todos los platos y de los detalles, y también anoté más o menos lo que era cada cosa conforme nos lo describían para poder acordarme luego, así que si os interesa podéis seguir viendo el resto de las fotos con sus descripciones. La cuenta, con los dos menús cortos, la botella de vino y dos botellas grandes de agua, ascendió a unos 230€ al final. Para nosotros fue una experiencia alucinante que vale cada euro y que recomiendo para cualquiera al que le guste probar cosas nuevas y no tenga miedo de hacerlo. Creo que tuve buen ojo escogiendo regalo y no hay duda de que los señores de la guía Michelín aprueban mi elección ^-^





