2014 ha sido el año más largo de los 30 que llevo existiendo en este planeta, no exagero. Me da la sensación de que hace millones de días que empezó, aunque en realidad hayan sido los mismos 365 de siempre. Han pasado demasiadas cosas, demasiado intensas, y cuando miro atrás me parece imposible que todas hayan cabido en 12 meses. En 2014:
- Empecé y voy a terminar con Antonio Muñoz Molina, mi escritor del año sin ninguna duda. El Jinete Polaco fue el primer libro que leí en 2014 y el mejor de todos. Un rollo eso de leer el mejor libro al principio, todo va a peor a partir de ahí. Termino con Ventanas de Manhattan, quedándome muy lejos de mi objetivo habitual de 50 libros, con sólo 31 (7 de Muñoz Molina). Tal vez 2015 se preste más a la lectura.
- He tenido tres trabajos diferentes. Sí, tres, una temporada incluso dos a la vez, cuando no dejaba de trabajar a ninguna hora, ni los fines de semana. Han sido dos cambios de trabajo con todo el estrés, expectativas, presión y nervios que eso conlleva, aprendiendo montones de cosas a marchas forzadas. Esto es así para las personas como yo, cuyo trabajo no es un mero instrumento de supervivencia al que dedicar 8h al día sin pensar demasiado, si no el eje central de la existencia, lo que ocupa más horas y lo que llena tu cerebro por completo, para algunos la única esperanza para sentirse un poquito realizados.
- Nos mudamos de piso, por suerte sólo una vez. No estamos en mi barrio preferido pero me esforcé al máximo en completar la mudanza más ordenada de la historia™ a un tercero sin ascensor y dejarlo todo lo más bonito posible.
- No tuve vacaciones oficiales y no pude planear ningún viaje. Sin embargo y sin depender de mí, acabé al otro lado del Atlántico en dos ocasiones, en San Francisco y en las Islas Vírgenes Británicas en el Caribe.
- Aprendí a trabajar remotamente, con horarios raros y sin hablar con gente de verdad durante días, algo peligroso para los adictos a la soledad. Compartir una oficina en el centro de Madrid es la cura obligada de desintoxicación para 2015.
- Cumplí 30 años sin hacer nada especial y sin ninguna de esas famosas crisis de las que la gente habla. Continúo cada vez más convencida de lo irrelevante que es la edad de las personas, un número con la misma importancia que la estatura, las dioptrías o el color del pelo en hexadecimal.
- Me cansé mucho de vivir en Madrid, me empezó a gustar el vino, estuve a punto de largarme a Alemania, volví a comer las cosas más picantes de los tailandeses, coreanos y mexicanos, fui al Sur el doble de veces que en 2013 (es decir, dos)…
Oh, y también abandoné el blog.
Pues a mí me encantaba leerte… sí que lo siento. Aunque no nos conozcamos en persona, a pesar de la diferencia de edad, y a pesar de que interesarse por gente desconocida que encuentras por Internet sea una cosa la mar de rara.
Seguiré rastreando tus escritos en las redes. Mucha suerte Rosápolis